Influencias

martes, 31 de mayo de 2005

ADOLESCENTES

Mi nombre es Samantha, pero mis amigos me llaman Sam y soy alcohólica. Creo que comencé en esto porque antes sentía que no tenía vida. En cambio, cuando me emborrachaba sentía que tenía historias que contar. Creo que siempre me ha gustado llamar la atención, estaba aburrida de ser el “ejemplo de la familia”, sentía que siendo buena solo conseguía que me pasaran a llevar. Todo comenzó cuando tenía 17 años. Con mis amigas solíamos ir a la cancha de Rugby en invierno. Nos calentaba ver al equipo entrenando, revolcándose en el barro, nos gustaba cuando se sacaban la camiseta y no sabíamos si lo que corría por sus pechos era sudor o lluvia.

Así que nos instalábamos en las graderías, con sillas de playa a tomar cerveza y a fumar hierba. Cuando pasaba algo demasiado sexy gritábamos y lanzábamos monedas a los jugadores y el entrenador nos decía “las Spice Girls ya pueden retirarse”, pero a los chicos les gustaba el juego. Después de eso nos íbamos a las carreras clandestinas. Faith era fantástica conduciendo y nunca salía de una carrera sin ganar unos dólares. Después nos gustaba jugar en la carretera a manejar en sentido contrario. Muchas veces nos agarró la policía.

Recuerdo que un día no podíamos encontrar a Emily ni a Heather, estaban besándose en el auto mientras nosotras seguíamos con nuestro ritual de casi todas las noches. No me molestó descubrir que eran lesbianas. Las quería demasiado.

Todas teníamos problemas en nuestras casas, el padre de Faith la golpeaba a ella y a su madre, a Emily la violaron cuando era una niña, a Heather la habían abandonado en un orfanato y yo tenía serios problemas con mi madre y con el resto del mundo. A esa edad ya tenía dos intentos de suicidio en el cuerpo. Todas teníamos un historial sentimental marcado por el desastre, pero cuando estábamos juntas nos sentíamos felices. En el colegio éramos las FrEaK y nadie se atrevía a decirnos nada tal vez por miedo, aunque éramos más simpáticas de lo que aparentábamos.

Cuando terminamos la escuela nos separamos y fuimos a la universidad, ahí me mantuve más tranquila y logré egresar y titularme. Me dediqué a viajar, frecuenté bares y me emborraché. Un día iba manejando en sentido contrario y me agarró la policía. El juez decidió mandarme a esta clínica de rehabilitación. Si todo sale como el gobierno quiere voy a entrar a un bar y pedir un jugo de frambuesa en vez de un martini.

Cuando salgo del centro de rehabilitación vuelvo a aquella cancha de Rugby y veo unas siluetas en las graderías, atravieso el pasto para ver de quienes se trata. Son las chicas, en sillas de playa tomando jugo de frambuesa y fumando marlboro. Ahora bordeamos los 40 años.

3 comentarios:

  1. Anónimo16:28

    wow
    la historia me gusto muxo
    esta muy cool lo ke escribes
    la kgo
    felicitaciones
    =)

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  2. Anónimo12:05

    Tus historias tienen una atmósfera tan especial, me encantan...

    Lore

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  3. Anónimo20:23

    Estoy aburria asi que te voy a postear...me imagino asi con todas mis amigotas despues de haberla carreteao todas...como si nos tuvieran amarradas y despues esa crisis..miro a mi mama y no me imagino cuando fue ternera..tan vaca siempre..jajajaja.nooo son bromas.
    Pucha decirte que estan buenos tus cuentos tienen un aire algo nostalgico...pero no se como que los encuentro de curao..como que te tomay algo antes de escribir...cuentos de curaito.de esos que de puro curaos dicen:
    -"quero puro matame",
    -"somos o no somos amigos"...
    -"esa_ _ _ me cago la vida cuando me dejo",
    -"yo era tan feliz antes de conocerla"
    Pero igual tienen su encanto.El encanto que te inspira un curaito.

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