Influencias

miércoles, 22 de junio de 2005

AUSTRALIA/SIEMPRE ES HOY - GUSTAVO CERATI.MP3


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La vida es como una carretera. Se puede viajar al norte o al sur y se puede partir desde donde sea. Me gusta pensar que mi destino final es Concepción, cada región que tengo que cruzar es una etapa en mi vida y para llegar a mi destino tengo que viajar por los pueblos interiores, pero si quiero seguir, dar vuelta la página, me veo en la obligación de tomar la ruta 5 y pagar peaje. El auto es mi alma, hay personas a las que dejo subir y hay otras a las que prefiero bajarme del vehículo para relacionarme con ellas. Me ha pasado que subo gente equivocada al auto también. Por eso es mejor viajar sola y parar solamente para echar bencina y tomar un café. En algunas regiones todos los pueblos son iguales, pero siempre pienso que el próximo será distinto. Si uno quiere puede recorrer el país de extremo a extremo si se tiene un poco de suerte, los otros llegan a la mitad y se radican en algún pueblo o en una ciudad. Estar en un lugar determinado, quedarme estática, eso es la muerte para mi.

Pero no estoy en Concepción, ni siquiera estoy en Chile. Estoy en una carretera extraña en un país extraño, desértico. Cuando oscurece es el cielo es color terracota. Llevo una semana sin bañarme y se nota, ni yo misma me aguanto. Pasa una manada de motociclistas en sus Harleys y sus calaveras; me guiñan el ojo y me hacen cambios de luces. Me río. No me cabe en la cabeza que yo esté pinchando con semejantes personajes. Me miran desconcertados, no saben si les estoy siguiendo el juego o si los estoy insultando.

Estoy cansada y necesito una ducha urgente. Paro en un refugio para turistas en medio de la carretera. Está lleno de universitarios europeos que andan mochileando por estos lares. La planta baja es una especie de cafetería y desde una esquina Delta Goodrem me muestra sus nuevos implantes de silicona mientras canta por MTV Australia. Nicole Kidman me pregunta que voy a comer. Le contesto "Hot Dog and Fries,please", es lo único que he aprendido de inglés desde que llegué.

Todo pasó tan rapido. No me di cuenta cuando ya tenía pasaporte, visa turista y licencia internacional para manejar. Tuve la mala ocurrencia de enamorarme de mi jefe, pero me utilizó, jamás dejaría a su esposa. Así que lo cagué. Necesitaba con urgencia contratar una empresa de transporte de documentos, de eso dependía que no lo pillara impuestos internos, por lo tanto tenía que empeñar capital y patrimonio (un par de departamentos y unos terrenos). ¿Cómo lo hice? Muy fácil...Hice empresas de papel, una sociedad anónima para que no se enterara que la empresa era mía y lo hice firmar cheques y traspasar bienes a nombre de mi empresa. Después la declaré en quiebra. Vendí todo, cobré los cheques y me arranqué al primer lugar que me sugirió Discovery Channel. No necesité documentos falsos. Tengo pruebas suficientes para que impuestos internos lo meta a la cárcel de por vida. Le conviene más callar. Él hacía lo mismo con sus clientes, lo único que hice yo fué contarle su propio cuento del tío.

En el aeropuerto de Melbourne vi a mucha gente con cartelitos, esperando a alguien, mientras yo no sabía ni como llamar un taxi. Siempre tuve curiosidad por conocer los arrecifes de coral, y las playas con el agua color turqueza, casi transparente y la arena color mantequilla, así que tomé un bus a Sidney. Por suerte es verano. Mi primera noche en esa ciudad fue impresionante. Me salí de la ruta turista y me puse a recorrer los barrios comunes y corrientes. Las veredas de las calles principales tienen palmeras. Me metí una especie de feria con mucha música pop - playera, todo muy surfing. Unos malabaristas lanzaban fuego por la boca y en un local Cocodrilo Dundeé me hizo un tatuaje de calavera en el brazo derecho. Era como estar en un video de la Courtney Love, en Malibú.Me compré unas botas de piel de serpiente, unos jeans, una polera blanca sin mangas y un sombrero como de vaquero pero con dientes de tiburón. Para ir a los arrecifes de coral tuve que hacer un curso de buceo, así que me quedé en Sidney un par de semanas, se ve mucho mejor que en la tele, hasta se puede tocar, se puede ver desde un helicoptero.

Con el tiempo tuve que decidir si arrendaba un auto o viajaba en bus. Me compré un auto usado, más que usado, un water. Un chevette del 85, dorado, pero está tan a mal traer que en realidad ya parece cualquier color. Un mapa rutero y aquí estoy, aprovechando los pocos meses que me quedan de visa. A veces se me cruzan canguros en el camino, pero son tan rápidos que sucede en fracciones de segundo y los koalas son más pequeñitos y lindos de lo que yo pensaba. En Chile nadie tiene idea donde puedo estar. No me despedí, me cargan las despedidas porque después me siento obligada a volver. Una vez leí que la gente abandona su país para escapar de cualquier cosa, de su familia, de su trabajo, de amores no correspondidos, de la pobreza. En mi caso podría decirse que son todas las anteriores. Ya tendré tiempo de ser una santiaguina de traje de dos piezas, zapatos de taco y sueldo de secretaria común y corriente, mientras tanto mis poros respiran Australia.

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