Influencias

martes, 14 de junio de 2005

CERRO

Me dirigí al cerro, hace tiempo que no había niebla en Santiago. Hace frío y meto mis manos a los bolsillos del abrigo, es como una película de los años 20. Cuando venía en el metro me sentí rara, sentí que necesitaba encontrar el camino a casa. No se por qué siempre pienso tanta wea si al final a nadie le importa lo que yo sienta. Subí hasta la cima y creo que me subió la presión y me caí en una escalera.

Me sentí huerfana, errante como todo en mi vida. Siento como si me hubiesen cortado un brazo o una pierna... algo me falta, tal vez me falta todo. Qué importa eso ahora. En eso pensaba ayer cuando me daba un baño de tina, con la cabeza bajo el agua, escuchando como caían las gotas de la llave mal cerrada. Del living escuché un noticiario con un conductor de acento español, un borracho cayó a la linea del metro.

El llegó antes. Me detesta, se le nota. Nunca me había tratado mal, pero filo. Ya la cagué, como siempre. Le dije hola por cortesía. Es un chanta de lo peor, pero yo también (irónico, verdad???). Siempre me criticó por ser irónica, no entendió que es mi forma de reírme de los problemas. Pero él nunca entiende nada, aunque le refriegue las cosas en la cara, es demasiado lento. No creo que ser irónica sea malo, es mejor que llorar o que gritar, por último divierte.

Le pasé el cuchillo que me robé de la cocina, pero primero se puso los guantes. No está ni ahí con ir a la cárcel por culpa de una weona como yo. Me bajó la pena y no lo puedo mirar a la cara mientras pone el maldito cuchillo en mi cuello, miro a cualquier parte, a la nada, al smog. Su mano retrocede y se dirige directo a mi pecho. Se me salen las lágrimas pero no lo miro, porque sé que si lo veo directo a los ojos me sentiré cansada, como si llegara de un largo viaje y volviera a casa.

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