Influencias

domingo, 9 de octubre de 2005

3º MEDIO

Acabo de llegar a este colegio, pero tengo claro que a fin de año me voy de aquí, sí o sí. Tiene prestigio, y un montón de reglamentos asfixiantes y tontos. Ese es el gran problema de los colegios particulares subvencionados: son negocios de poca monta, por lo tanto les importa más la imagen corporativa que la calidad del servicio. Se desprende entonces que tengamos que usar uniformes que se ensucian rápidamente, incómodos y poco prácticos (por no decir inútiles, ya que no te puedes sentar en el suelo cuando se te antoje en un patio donde no hay ninguna maldita banca para sentarte), sin contar que el uniforme de muchos colegios es como para no salir a la calle de la vergüenza, debieran demandar a los que diseñan las famosas tenidas, por lo general son de pésimo gusto. Confunden sobriedad con fealdad, ¿A quién se le ocurrió lo del chaleco gris con la corbata verde y franjas amarillas?, a un daltónico, no cabe duda…

Siguiendo con los reglamentos tontos e imagen corporativa de una empresa, ni hablar de pololear dentro del colegio, ni fumar con uniforme aunque uno se encuentre a 2000 millas marinas del establecimiento. En lo académico, es increíble la calidad de los colegios en Santiago, si supuestamente todos los colegios por los que paso son primer lugar en el Simce, ¿entonces por qué Chile es uno de los países donde peor se aprenden las matemáticas?

En fin, me estoy yendo por la tangente. No hay cosa más difícil en el mundo que llegar a un curso nuevo, no se si es peor en la básica o en la media. El primer día de tercero medio todos me quedaron mirando raro, al principio, además que había grupos bastante cerrados y como siempre no encajé en ninguno, así que con el tiempo me hice amigos en los otros cursos, pero temo que me estoy adelantando demasiado.

El peor error que se puede cometer durante la etapa escolar es tratar de encajar en grupos que están establecidos hace años, por la simple razón de que siempre te verán como un extraño, un invasor, un “colado”. Entonces tienes dos opciones: tratar de ser como ellos y caer –inevitablemente- en el juego de ser algo o alguien que no eres y ser considerado el “posero” del curso o bien marginarte y armar un grupo por tu cuenta, generalmente compuesto por nerds y rechazados que se sientan al final de la sala, o bien son los freaks del colegio, con los que uno puede hacer causa común.

Yo no encajé ni en el grupo de los carreteros, ni en el de las minas huecas, ni en el de los mateos, todas las tribus estaban formadas desde 4º básico. Obviamente me sentía como un objeto extraño en el lagrimal que fue ese 3º medio. Sin embargo, no todo es tan malo, dentro de cada grupo hay gente con la que se puede conversar pero sin involucrarse demasiado tampoco. Preferí hacer lazos de amistad con embajadores de los otros terceros, así fue como conocí al Tongua y al patraña. El primero era un poeta frustrado y el segundo, un punk mujeriego. Lo único que teníamos en común era que el profe de matemáticas nos tenía mala a los tres.

Todos los lunes el director se mandaba un discurso de hora y media y pretendía que no nos aburriéramos, como si su cháchara a lo Toni Kamo acerca de la inmortalidad del cangrejo fuera lo más interesante del mundo después del discovery channel. Siempre nos formábamos al final para echar la talla, no ibamos a los carretes de nuestros respectivos compañeros, porque ponían siempre las mismas tres canciones que estaban de moda, más encima malas y ni siquiera bailaban. Nos gustaba hacer bromas, tirar bombas de agua con harina en medio del patio, cortar la luz de todo el colegio antes de una prueba, robar libros de la biblioteca…, lo tipico, ¿Quién no lo ha hecho, acaso?

Después salimos de 4º y quedamos repartidos en diferentes universidades. Siempre me dijeron que extrañaría el colegio pero no lo echo de menos ni por si acaso, ni las reglas restrictivas, ni el uniforme, ni los discursos, ni los lunes, ni la comida, ni educación física, ni a las minas huecas. Es más, me alegra por fin haber salido, porque ya no me siento enjaulado por el sistema, aunque ahora estoy preso en otro tipo de jaula, lo único que extraño son las travesuras con mis amigos, aunque los encuentre ya no somos unos adolescentes como para andar jugando al escolar reprimido.

1 comentario:

  1. Por ahí esto te sirve de aliento: siempre se puede encontar un grupo en el que nos sintamos a gusto. A veces se trata de ser paciente, y no desanimarse.

    saludos desde Bs. As.

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