Influencias

lunes, 27 de marzo de 2006

INSOMNE

Juan pasaba horas soñando despierto. Sus noches estaban plasmadas de pesadillas, seres monstruosos, monjas satánicas, rinocerontes de un solo ojo que emergían de aguas servidas, a los que debía enterrar un cuchillo para salvar su vida.

Juan era adicto al café, aunque sus compañeros de trabajo atribuyeran sus enrojecidos ojos cafés a otros estupefacientes. Aprendió a dormitar con los ojos abiertos, para no perder el control de su mente mientras descansaba. De ese modo pudo mantener a raya los designios de sus sueños.

Cuando niño pasó por muchos psiquiatras, pero ninguno dio en el clavo con su problema. Incluso uno diagnosticó que soñaba esas cosas terribles porque tenía una mente criminal.

En las noches caminaba por el puente que cruza hacia el barrio Bellavista, viendo correr el agua contaminada iluminada por la luz de la luna. Desde el fondo escucha el grito de una mujer que lo llama por su nombre.

Con los años, Juan aprendió que los sueños, por buenos o malos que sean, nunca se hacen realidad. Que luchar POR o CONTRA ellos es una pérdida de tiempo, pues el resto de la gente se encarga de mantener los miedos y las aspiraciones de los demás bajo control.

Pero una noche, Juan tuvo una secuencia de pesadillas, incluso algunas que no tenía desde su infancia. Afligido llegó al puente y escuchó el grito de la mujer del fondo. Su voz era dulce, pero desgarrada; afinada, pero desfigurada; aterradora, al mismo tiempo que conmovedora.

Se desvistió en medio del frío de un 8 de junio. Abrió los brazos e inhaló el smog congelado. Se tiró al río en busca de la mujer del fondo. Su cuerpo desapareció entre los escombros del agua; las pesadillas, la sangre, los monstruos y los fantasmas desaparecieron para siempre. Juan por fin pudo dormir y descansar en paz.

2 comentarios:

  1. Que bueno que hayas regresado... ¿qué es la muerte? ¿la gente realmente se suicida...? Yo sólo quiero mi vida, qué importa lo demás.

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  2. sus sueños lo arrastraron a ella...

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