Influencias

jueves, 31 de marzo de 2022

Ejercicio de Perspectivas

 Yo : 

    Hoy hice “Clotted Cream”, una receta que mi marido quería realizar desde que probamos los scones con mermelada y Clotted Cream en ese café parisino, frente a la iglesia Saint-Michel. Cuando volvimos a la casa, él buscó los ingredientes en internet pero éstos no eran fáciles de encontrar en el comercio. Hoy en día, todo lo que venden en el supermercado es pasteurizado. Pasaron algunos meses en los que seguimos con nuestras preocupaciones de nuevos propietarios, pero ayer fui al mercado y le propuse a mi esposo que me acompañara. Él se levantó de la cama sin mucho entusiasmo, pero me siguió como siempre lo hace cuando quiero ir a algún sitio que no implique hacer deporte. Compramos las verduras y las frutas. Para matar el tiempo, le propuse dar una vuelta por los otros puestos. Llegamos al stand de la vendedora de quesos, mi esposo me dio una palmadita en el brazo y me dijo “¡Mira!” Era un balde lleno de crema espesa de Normandía sin pasteurizar, a 11 euros el kilo. Vi las estrellas brillando en los ojos de mi esposo e inmediatamente supe que estaba pensando en la receta de Clotted Cream. 

Nosotros: 


    Hoy hicimos “Clotted Cream” una de las recetas que queríamos intentar en casa desde que probamos esos deliciosos scones con crema en aquella cafetería del Quartier Latin, en París. Luego de ver varias recetas en Youtube, teníamos dudas sobre la crema que debíamos utilizar y pensamos que lo mejor era utilizar crema sin pasteurizar (que, por supuesto, no venden en ninguna parte). Sin embargo, el domingo pasado fuimos al mercado, a pesar de habernos levantado tarde como todos los fines de semana. Compramos la fruta y la verdura, como el día estaba soleado, decidimos pasear y ver los otros puestos. Cuando pasamos por los quesos, de pronto, vimos un letrero que decía “Crema cruda, 11 euros el kilo”.

Ellos : 


    Hace ya más de un año que ellos querían preparar “Clotted Cream” desde que probaron los scones con crema y mermelada de frutos rojos en la cafetería del barrio Latino, frente a la iglesia SaintMichel, en París. Pasaron muchas horas en internet buscando recetas, tal como lo hacían cada vez que algún plato les gustaba cuando salían a los restaurantes. Las informaciones encontradas eran tan dispares, que finalmente decidieron que el mejor resultado lo obtendrían con crema sin pasteurizar. Como en Francia es difícil de encontrar, olvidaron la receta por un tiempo, hasta que un domingo fueron al mercado y encontraron crema cruda de Normandía. Las mejores cosas de la vida se encuentran cuando no las estás buscando.

lunes, 28 de marzo de 2022

Barcelona

    Salgo del hostal con el cabello mojado porque el secador del cuarto no funciona. 

    Tomo la calle Carrer de Corsega en dirección a la Sagrada Familia con la intención de parar en el primer bar que me parezca interesante. Para mi decepción, sólo encuentro farmacias, tiendas de artículos para mascotas, uno que otro carísimo bar-restaurant aspirante a internacional y un supermercado Carrefour Express. 

    Me detengo en un kiosko para ver si tienen unas revistas de costura que ando buscando pero, al dar una mirada rápida al stock, me doy cuenta de que no las tienen. 

    Salgo de mi abstracción textil y, para mi suerte, otra turista que estaba a mi lado le pregunta al vendedor dónde puede encontrar bares interesantes. « Usted sigue todo derecho, al final esta calle se junta con la avenida Diagonal. Doble a la derecha y se encontrará con el barrio Gràcia », le responde el kiosquero. 

    La turista, que por su acento me atrevo a decir que es argentina o uruguaya, le da las gracias al vendedor y sigue su camino. 

    Yo hago lo mismo. Sigo al pie de la letra las instrucciones del señor del kiosko y doblo a la derecha al llegar a los jardines de Salvador Espriu. 

    En lugar de bares a la moda y gente sentada en la terraza bajo los quitasoles, encuentro ciclistas furiosos esquivando automóbiles, barceloneses saliendo del trabajo, aguantando el cansancio en la parada del bus, más farmacias y una librería-papelería de las antiguas, como las que ya no existen ni en Francia ni en Chile. 

    Entro, y lo primero que me invade es ese olor a papel caliente recién saliendo de la fotocopiadora. Sin buscarlas,  encuentro las revistas de costura que no estaban en el kiosko : las ediciones españolas de Burda Style y Burda Style Easy. 

    Tengo curiosidad de ver lo que tienen en el sector papelería, al fondo de la tienda, y para mi sorpresa, en medio de todos los cuadernos cuadriculados con espiral, encuentro ¡cuadernos empastados, a la antigua ! Muy parecidos al que alguna vez tuve como diario de vida en Chile. No puedo aguantar la tentación y compro uno con páginas blancas y otro con las páginas lineadas. 

    Lo que son las coincidencias, justo esta tarde, la vendedora de un « Concept Store » (¿alguien podría explicarme qué mierda quiere decir ese término como estrategia de marketing?) quería convencerme de comprar una libreta de marca alemana a 30 euros sólo porque tenía las páginas negras y venía con un lápiz de tinta blanca, le cambié el tema y salí de la tienda. 

    Pago las revistas y los cuadernos en la caja y le pregunto a la vendedora dónde podría encontrar bares con un poco de ambiente donde tomar un trago y comer tapas. 

    Ella responde que debo caminar derecho y doblar a la derecha por Goya, seguir caminando hasta la plaza y que en ésta encontraría un local llamado « Candanxú ». Me hace un plano muy sencillo pero eficaz en un pequeño Post-it horizontal. La señora hace el dibujo de la plaza de la Vila de Gràcia por el lado del pegamento, entonces cuando trato de pegar el mini-mapa en mi cuaderno, sólo se puede ver la cara virgen de la nota. 

    Al llegar al lugar indicado, doy la vuelta de la plaza como un pirata que busca un tesoro en piezas de oro. Cuando lo encuentro, me percato de que está cerrado y que en realidad no se llama « Candanxú », sino que « Nou Candanchú », sutilidades de la lengua catalana : una extraña fusión entre el francés y el castellano.  

    Como premio de consuelo, entro al único bar que me inspira confianza como mujer que viaja en solitario : un bar de moda, con decoración de estilo industrial, música electrónica de mierda y precios parisinos. 

    Pido una copa de Sangría y un sandwich de pan integral, ricotta, espinacas, pesto y queso de cabra con la sincera intención de comer más sano y ligero que al almuerzo, pero me lo sirven con una contundente porción de papas fritas al lado. 

    En la mesa de al lado hay un grupo de jovencitas. Las escucho conversar y tengo la impresión de que hablan en catalán, pero luego veo que le hablan en inglés al mesero y le piden que les saque fotos grupales con sus respectivos teléfonos para subirlas a las redes sociales. 

    En la mesa de al frente, hay una pareja que llegó con un paquete de ropa de cama, como si se prepararan para un invierno que ya se va. 

    En la otra mesa, tres amigos se cuentan como estuvo su día mientras comen frituras y beben agua servida en botellas plásticas de tamaño individual y un vaso de vidrio (punto para los restaurantes franceses que nunca le niegan el agua de la llave a los clientes y no lo cobran extra). 

    Mi copa de Sangría se termina, la porción de papas fritas desde el plato me sigue instigando a pecar y la música electrónica ya se puso más insoportable. Es hora de seguir mi camino y descubrir las sorpresas del barrio Gràcia de noche.

viernes, 8 de junio de 2018

Perdida en el anonimato

Viernes 29 de julio de 2315
Moscú, Rusia
Hace exactamente una semana abandoné mi cargo de emperatriz mundial para cerrar el capítulo de un régimen corrupto y criminal impuesto por mi abuelo, continuado por mi padre y profundizado por Holger Van der Vogen.
Camino por el centro de la ciudad y descubro el mundo como una niña que nunca habia salido del palacio de cristal. Es cierto que desde mi escape del hospital he conocido bastante, pero es la primera vez que lo miro como si yo también perteneciera a él.
Veo a los transeuntes caminar apurados, me emociono con el color de las flores en los parques, me sorprendo con las luces de las tiendas y siento los olores que salen de los restaurantes.
En los muros de los edificios se repiten las mismas consignas en todos los idiomas conocidos, inglés, noruego, incluso en árabe: "Fuera Van der Verga", "Van der Verga, lameculos de Videla Ugarte", "Abajo el imperio del tirano Videla" o "Que se vaya Van der Verga"... 
También escucho los gritos de la gente en una sola canción:
"Y ya cayó, y ya cayó,
Var der Verga ya cayó..."
En todas las ciudades más importantes del globo, distintos colectivos culturales salidos de la clandestinidad y  algunas ONGs realizaron conciertos sincronizados durante una semana entera. Amnistía Internacional organizó el festival Tomorrowland para celebrar la libertad e instaló un escenario en medio de la Plaza Roja, frente al Kremlin. La música electrónica fue prohibida por el mismo Holger porque -según él- "eso no es música de verdad".
La gente comienza a llegar desde las calles aledañas, la musica comienza a sonar y admiro esa enorme masa de felicidad ambulante refugiada en mi anonimato. Me uno a ellos y dejo que la vibración de la melodia me atraviese la piel. De los parlantes salen los primeros acordes de una canción de un tal Ulrich Schnauss, y a mi alrededor la gente baila en camara lenta.
Una chica me toma la mano para que bailemos juntas. De pronto su mano se desliza por mi cuello para acercar mi boca a la suya y me besa. Me siento atrapada por la firmeza de su lengua y, al mismo tiempo, por la suavidad de sus caricias. Viene un chico y repito la escena. La chica sonríe y hay algo en su mirada que me conmueve y que me revuelve todas las entrañas.
Hago lo mismo, una y otra vez, sin importar si se trata de hombres o mujeres. Después de todo, el amor no tiene género. ¿Por qué privarse de recibir amor por un tema de genitalidad? ¿No dice la biblia que debemos amarnos los unos a los otros?
Por primera vez en mi vida puedo dejarme llevar sin pensar en las consecuencias ni en lo que va a decir el resto.
Mi corazón comienza a crecer dentro de mi, a tal punto que puedo sentirlo saliendo de mi cuerpo.
Holger ya no esta aqui para decirme que nadie me puede amar porque no lo merezco.
Ni mi padre para decirme que el amor no existe.
Ni Birjit para decirme a quien puedo amar y a quien no;
Ya nada me impide amar a un hombre o a una mujer.
Ahora puedo amar a Elven.