Influencias

martes, 28 de marzo de 2006

MARTIN (MI GUITARRA Y VOS - JORGE DREXLER.MP3)


Martín se quedó pegado mirando las estrellas, mientras tomaba mate y fumaba un cigarro. Todavía debía esperar dos horas para que llegara el boliviano que le entregaría los documentos falsos para salir de Chile y la arena se le había metido en los zapatos. No es un criminal. No estafa ni embauca a nadie, no anda dejando guachos por el mundo ni es un asesino, es un tipo simple, pudo haber hecho todo el papeleo en interpol y en la embajada, pero pensó que de ilegal su vida sería más emocionante.

Después del divorcio pasó unos meses en compañía del televisor y su única visita era la del repartidor de Telepizza. Conoció a Rosaura cuando estudiaba derecho y andaba con 300 pesos en el bolsillo; hasta que terminó la carrera con honores y entró a trabajar para una firma importante. Se convirtió en todo lo que siempre dijo que nunca se iba a convertir.De pronto cambió Patronato por el Parque Arauco, ya no era cool que su pareja tuviera tatuajes por todos lados y lo cambió por un psiquiatra de apellido rimbombante y familia tradicional conservadora. Le dijo que no lo amaba y que cada etapa de la vida implica cambios. Según ella, Martín no se adaptó a esos cambios, pero la amaba.

Un día Martín apagó el televisor, se levantó y se dijo a sí mismo "me voy de balsero". No se tomó mucho en serio hasta que preparó el bolso con lo estrictamente necesario, desconectó la línea del teléfono, le dió comida al gato y apagó el calefont. Se despidió de la señora Juanita con un amable "hasta luego", tomó en el ascensor y bajó al piso - 2, dejó el bolso en el asiento trasero de la toyota y emprendíó rumbo al norte.
Martín ahora está en el desierto de Atacama, le sacó el tapiz a la camioneta para abrigarse, ya que la temperatura es bajísima. Pegado estaba, mirando las estrellas, cuando fue iluminado por una luz amarilla que lo cegó cuando lo miró de frente. Era el jeep del boliviano. Le dió el pasaporte y la visa, de ahora en adelante era ciudadano australiano, nacido en Canberra y criado en Victoria. Forrado en la alfombra, guardó el termo y encendió el motor y siguió hasta la frontera que une a Perú, Bolivia y Chile. Como bien dijo Rosaura, "toda etapa de la vida implica cambios".


Un día Martín apagó el televisor, se levantó y se dijo a sí mismo "me voy de balsero". No se tomó mucho en serio hasta que preparó el bolso con lo estrictamente necesario, desconectó la línea del teléfono, le dió comida al gato y apagó el calefont. Se despidió de la señora Juanita con un amable "hasta luego", tomó en el ascensor y bajó al piso - 2, dejó el bolso en el asiento trasero de la toyota y emprendíó rumbo al norte.

Martín ahora está en el desierto de Atacama, le sacó el tapiz a la camioneta para abrigarse, ya que la temperatura es bajísima. Pegado estaba, mirando las estrellas, cuando fue iluminado por una luz amarilla que lo cegó cuando lo miró de frente. Era el jeep del boliviano. Le dió el pasaporte y la visa, de ahora en adelante era ciudadano australiano, nacido en Canberra y criado en Victoria. Forrado en la alfombra, guardó el termo y encendió el motor y siguió hasta la frontera que une a Perú, Bolivia y Chile. Como bien dijo Rosaura, "toda etapa de la vida implica cambios".

lunes, 27 de marzo de 2006

INSOMNE

Juan pasaba horas soñando despierto. Sus noches estaban plasmadas de pesadillas, seres monstruosos, monjas satánicas, rinocerontes de un solo ojo que emergían de aguas servidas, a los que debía enterrar un cuchillo para salvar su vida.

Juan era adicto al café, aunque sus compañeros de trabajo atribuyeran sus enrojecidos ojos cafés a otros estupefacientes. Aprendió a dormitar con los ojos abiertos, para no perder el control de su mente mientras descansaba. De ese modo pudo mantener a raya los designios de sus sueños.

Cuando niño pasó por muchos psiquiatras, pero ninguno dio en el clavo con su problema. Incluso uno diagnosticó que soñaba esas cosas terribles porque tenía una mente criminal.

En las noches caminaba por el puente que cruza hacia el barrio Bellavista, viendo correr el agua contaminada iluminada por la luz de la luna. Desde el fondo escucha el grito de una mujer que lo llama por su nombre.

Con los años, Juan aprendió que los sueños, por buenos o malos que sean, nunca se hacen realidad. Que luchar POR o CONTRA ellos es una pérdida de tiempo, pues el resto de la gente se encarga de mantener los miedos y las aspiraciones de los demás bajo control.

Pero una noche, Juan tuvo una secuencia de pesadillas, incluso algunas que no tenía desde su infancia. Afligido llegó al puente y escuchó el grito de la mujer del fondo. Su voz era dulce, pero desgarrada; afinada, pero desfigurada; aterradora, al mismo tiempo que conmovedora.

Se desvistió en medio del frío de un 8 de junio. Abrió los brazos e inhaló el smog congelado. Se tiró al río en busca de la mujer del fondo. Su cuerpo desapareció entre los escombros del agua; las pesadillas, la sangre, los monstruos y los fantasmas desaparecieron para siempre. Juan por fin pudo dormir y descansar en paz.