Influencias

martes, 24 de mayo de 2005

SUICIDIO

Nunca sentí que pudiera elegir. Tengo una linda familia; un esposo trabajador y honesto, tres niños entre 4 y 9 años. Pero no me satisface. Siempre me faltó algo que siempre supe que jamás tendría. Siempre tuve la certeza de que sería un fracaso. Mi marido es una persona fantástica, pero no es el hombre con el que yo soñé tener al lado. Tengo muchos amigos, pero están todos ocupados cuando los necesito, aún así no los culpo. No me sirve de nada estar rodeada de gente si no veos caras, solo veo siluetas, ellos no pueden hacer nada por mi. Aunque quieran. Igual que Dios en su oficina.

Nada vale la pena. Todo es una soberana mentira: las visitas, las fiestas, la amistad, la familia, el amor...este mundo está basado en mentiras y ya es hora de que termine para mí. Mi esposo sale todas las mañanas a las 7, dejo a los niños con la vecina del frente, estarán seguros ahí. No llamaré a nadie, nada de despedidas, no me interesa la opinión de mi madre respecto de nada. Quiero a mi familia, pero esto debí hacerlo hace mucho tiempo, antes de que todo llegara a este punto. Mi vida no es como yo quería que fuera, como yo lo planee.

Saco un cuchillo y una botella de vodka de la cocina, me subo al auto, enciendo el motor, salgo del barrio residencial y tomo la autopista. Llueve como si fuera el diluvio universal. Miro el asiento del copiloto y tomo el cuchillo, lo aprieto con mi mano y no soy capaz de hacerlo, me tomo toda la botella y aún así me acobardo. A lo lejos, en la lluvia veo un puente. No me queda otra salida. Tengo frío y mucho miedo, el río es torrentoso y sucio. Pero debí hacerlo a los 16 años, o a los 18. A los 25 todavía estaba a tiempo.

Tenía miedo de defraudar al resto. Tenía miedo de hacer sufrir a los demás, cuando me decían que me querían. Pero es una mentira. No quieren que uno lo haga para no sentirse culpables, usando el cariño como excusa. De esa forma uno se ve obligado a vivir por obligación, porque los demás quieren que uno esté vivo. Creía que si no me mataba complacería al resto, pero se olvidaban de mí, porque sabían que siempre estaría en casa, levantadome todos los días, así no tendrían que cuestionarse que hicieron bien o qué hicieron mal conmigo. Seguían con lo suyo a costa de mi realidad. Pero no comprenden que viva o muerta soy una carga igual. No comprenden que seré una astilla en su mente así como todos han sido una estaca en mi corazón. Las mentiras más grandes se han dicho en el nombre del amor.

Pensaba que mis padres serían felices si veían que era una buena alumna, después quisieron que fuera a la universidad, luego quisieron verme titulada y trabajando. Siempre quisieron nietos y los tuvieron. A mi me daba exactamente igual. No podía decirles que no. A lo largo de los años han hecho de todo para amarrarme a este mundo. Tampoco quería que mi hermana me viera como una enfermedad viviente. La gente no sabe darse cuenta cuando el remedio es peor que la enfermedad.

Supongo que es el instinto de supervivencia el que nos hace complacer al resto. Salté del puente y el agua estaba tan fría como lo imaginé, pero es mejor que la línea del tren. Irónicamente, por primera vez en mi vida, me dejo llevar por la corriente.

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