miércoles, 28 de noviembre de 2007
martes, 27 de noviembre de 2007
STUMBLEINE (SMASHING PUMPKINS)
viernes, 23 de noviembre de 2007
MAESTRO!!!
MARIPOSA CSM!!!!

Jaaaa!!!!!!!!! Miren lo que encontré intruseando en la red. Lo encontré demasiado maestro. Estoy bastante bien con Ubuntu, pero me están picando las manitos por instalar Open SUSE, igual prefiero el escritorio KDE, es más piola que Gnome, al menos a mi parecer...
lunes, 19 de noviembre de 2007
EL OCASO DE "BRUCE WILLIS", EL DURO DE MATAR
En la tarde mi mamá me comentó que mi viejo se sintió mal, que en la mañana tenía problemas para respirar.
- Seguramente le pasó algo al "caballero" y está teniendo un presentimiento. Comenté pensando en una visita al hospital o una baja de presión. Los ancianos suelen convertir los centros de salud en su segunda casa y adoptan a sus médicos de cabecera como un hijo más, como el descendiente depositario de su más absoluta confianza, su mano derecha.
Mi padre estaba viendo el partido de Chile contra Uruguay.
- El gusto de ver como pierde Chile... Le dije con pica por quitarme el control remoto del televisor.
- Sí, es que soy masoquista. Contestó con su característica carcajada socarrona.
Tres horas más tarde, mi mamá entró a mi habitación.
- ¡Eres una bruja! ¡BRUJA! ¡Mil veces BRUJA! Me gritó con el rostro desfigurado, esquizofrénico.
- Pero mamá, qué te pasa...
- Murió tu abuelo.
Sentí miedo de mi misma y un poco de pena. Siempre tuve la secreta esperanza de que me pidiera disculpas por hacerme sentir excluída y rechazada en su porquería de familia, desde que nací. En realidad, nunca me importó mucho que no me tratara como nieta (como sí lo hizo con mis primos), pero hay cosas que no se le hacen a un niño.
De pronto reaccioné. Me puse una camisa encima del piyama y bajé al subterráneo, donde mi viejo estaba sacando el auto. Corrí y grité, pero no pude alcanzarlo, no pudo escucharme. Tomé el ascensor, entré volando al departamento para despedirme de "Mike", ducharme, ponerme lo primero que hallé en el clóset y salí en busca de una micro, un taxi o lo que fuera.
Debía llegar a esa casa a cualquier costo, con la certeza de que en ese lugar yo era la única que quería realmente a mi papá. No me equivoqué, ahí sólo se podía confiar en mis primos.
Después de esperar colectivo por más de media hora, tomé la primera micro "barbie" que salió del estacionamiento del Florida Center. En el camino rogué para que la Karen estuviera ahí y no estar sola si llegaba "El Innombrable", "El Susodicho", "Pola" o "El Nieto", como solíamos llamarlo entre risas, cigarros y pelambre.
- Menos mal que el weón no vino, a la hora que se le ocurra dirigirte la palabra, te acriminai, te lo van a tener que quitar con los pacos. Yo a vo' te creo capaz de dejarlo eunuco, jajajaja, el primer "Machicidio" de este año... Señaló ésta con su improvisada sabiduría.
En Gran Avenida tomé el primer colectivo que me dejara en el paradero 20. Por primera vez no sentí miedo de caminar esas eternas ocho cuadras hacia el oriente, sola a las 11 de la noche. Cuando llegué, mis tíos me recibieron como la sobrina pródiga que no les hablaba hace casi dos años.
Una de ellas me tomó el brazo y me llevó a mirar el cadáver a la fuerza. Los demás rodeaban la cama y lo tocaban como si fuera un ángel o un santo. Yo no quise hacerlo, no sentí nada.
Los Buitres de la funeraria estaban en el comedor, vestidos como contadores y cobrando por sus servicios con una psicología admirable, hasta que llegó el momento de poner al fallecido en el ataúd.
Lo transportaron envuelto en una sábana y lo depositaron en aquel cajón con delicadeza. Sus hijos le sacaron la argolla de matrimonio para evitar saqueos "post-mortem", le pusieron un rosario y las médallas que obtuvo en la Armada. En ese momento recordé lo mucho que me molesta ser nieta de milico.
Mi prima de 12 años me abrazó llorando, ante tan cruel escena. Supongo que en esa sala yo era la única con la cabeza fría para poder contenerla.
- Javi, vamos al patio. Le propuse, tratando de evitar que su infantil cabecita retuviera esa imágen.
- No, yo me quiero quedar con mi abuelito. Respondió ella, abrazándome más fuerte.
Su tío, "El Innombrable", tuvo la decencia y la deferencia de no asistir.
- Tres cheques. Le explicaba el Buitre a una de mis tías, mientras su compañero sellaba el ataúd con un soplete. Mañana puede solicitar el certificado de defunción y con ese papel tramita la orden de sepultura en el cementerio... Con esa frase terminó su cátedra mortuoria el Buitre-en-Jefe.
Más tarde comenzaron a llegar las primeras coronas de flores para "Duro de Matar" o "Bruce Willis", como sus propios hijos bautizaron al anciano de 79 años, siete by-pass y tres infartos al miocardio en su historial médico.
Abracé a mi padre, quien me contó la historia de las medallas.
- La primera se la dieron cuando ascendió a Sargento primero; la segunda, cuando ascendió a Suboficial Mayor y la tercera se la ganó por estar en servicio activo el 11 de septiembre de 1973.
Prefiero pensar que no estaba orgulloso de esa última condecoración. Esa fue una de las tantas paredes que nos impedía tener una relación abuelo-nieta y que mi papá tanto trató de forzar.
Mis tías trataron de llenarme con pan y café, mientras el resto fumaba en el jardín. En esta familia a nadie le interesa el cáncer al pulmón, ni los infartos al miocardio, ni los by-pass, ni Don Miguel.
- Seguramente le pasó algo al "caballero" y está teniendo un presentimiento. Comenté pensando en una visita al hospital o una baja de presión. Los ancianos suelen convertir los centros de salud en su segunda casa y adoptan a sus médicos de cabecera como un hijo más, como el descendiente depositario de su más absoluta confianza, su mano derecha.
Mi padre estaba viendo el partido de Chile contra Uruguay.
- El gusto de ver como pierde Chile... Le dije con pica por quitarme el control remoto del televisor.
- Sí, es que soy masoquista. Contestó con su característica carcajada socarrona.
Tres horas más tarde, mi mamá entró a mi habitación.
- ¡Eres una bruja! ¡BRUJA! ¡Mil veces BRUJA! Me gritó con el rostro desfigurado, esquizofrénico.
- Pero mamá, qué te pasa...
- Murió tu abuelo.
Sentí miedo de mi misma y un poco de pena. Siempre tuve la secreta esperanza de que me pidiera disculpas por hacerme sentir excluída y rechazada en su porquería de familia, desde que nací. En realidad, nunca me importó mucho que no me tratara como nieta (como sí lo hizo con mis primos), pero hay cosas que no se le hacen a un niño.
De pronto reaccioné. Me puse una camisa encima del piyama y bajé al subterráneo, donde mi viejo estaba sacando el auto. Corrí y grité, pero no pude alcanzarlo, no pudo escucharme. Tomé el ascensor, entré volando al departamento para despedirme de "Mike", ducharme, ponerme lo primero que hallé en el clóset y salí en busca de una micro, un taxi o lo que fuera.
Debía llegar a esa casa a cualquier costo, con la certeza de que en ese lugar yo era la única que quería realmente a mi papá. No me equivoqué, ahí sólo se podía confiar en mis primos.
Después de esperar colectivo por más de media hora, tomé la primera micro "barbie" que salió del estacionamiento del Florida Center. En el camino rogué para que la Karen estuviera ahí y no estar sola si llegaba "El Innombrable", "El Susodicho", "Pola" o "El Nieto", como solíamos llamarlo entre risas, cigarros y pelambre.
- Menos mal que el weón no vino, a la hora que se le ocurra dirigirte la palabra, te acriminai, te lo van a tener que quitar con los pacos. Yo a vo' te creo capaz de dejarlo eunuco, jajajaja, el primer "Machicidio" de este año... Señaló ésta con su improvisada sabiduría.
En Gran Avenida tomé el primer colectivo que me dejara en el paradero 20. Por primera vez no sentí miedo de caminar esas eternas ocho cuadras hacia el oriente, sola a las 11 de la noche. Cuando llegué, mis tíos me recibieron como la sobrina pródiga que no les hablaba hace casi dos años.
Una de ellas me tomó el brazo y me llevó a mirar el cadáver a la fuerza. Los demás rodeaban la cama y lo tocaban como si fuera un ángel o un santo. Yo no quise hacerlo, no sentí nada.
Los Buitres de la funeraria estaban en el comedor, vestidos como contadores y cobrando por sus servicios con una psicología admirable, hasta que llegó el momento de poner al fallecido en el ataúd.
Lo transportaron envuelto en una sábana y lo depositaron en aquel cajón con delicadeza. Sus hijos le sacaron la argolla de matrimonio para evitar saqueos "post-mortem", le pusieron un rosario y las médallas que obtuvo en la Armada. En ese momento recordé lo mucho que me molesta ser nieta de milico.
Mi prima de 12 años me abrazó llorando, ante tan cruel escena. Supongo que en esa sala yo era la única con la cabeza fría para poder contenerla.
- Javi, vamos al patio. Le propuse, tratando de evitar que su infantil cabecita retuviera esa imágen.
- No, yo me quiero quedar con mi abuelito. Respondió ella, abrazándome más fuerte.
Su tío, "El Innombrable", tuvo la decencia y la deferencia de no asistir.
- Tres cheques. Le explicaba el Buitre a una de mis tías, mientras su compañero sellaba el ataúd con un soplete. Mañana puede solicitar el certificado de defunción y con ese papel tramita la orden de sepultura en el cementerio... Con esa frase terminó su cátedra mortuoria el Buitre-en-Jefe.
Más tarde comenzaron a llegar las primeras coronas de flores para "Duro de Matar" o "Bruce Willis", como sus propios hijos bautizaron al anciano de 79 años, siete by-pass y tres infartos al miocardio en su historial médico.
Abracé a mi padre, quien me contó la historia de las medallas.
- La primera se la dieron cuando ascendió a Sargento primero; la segunda, cuando ascendió a Suboficial Mayor y la tercera se la ganó por estar en servicio activo el 11 de septiembre de 1973.
Prefiero pensar que no estaba orgulloso de esa última condecoración. Esa fue una de las tantas paredes que nos impedía tener una relación abuelo-nieta y que mi papá tanto trató de forzar.
Mis tías trataron de llenarme con pan y café, mientras el resto fumaba en el jardín. En esta familia a nadie le interesa el cáncer al pulmón, ni los infartos al miocardio, ni los by-pass, ni Don Miguel.
ACLARACIÓN: La tercera medalla no la recibió por el 11-S, sino que la recibió de manos de Soledad Alvear al cumplir 20 años de servicio en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde trabajó luego de jubilar de la Armada.
lunes, 5 de noviembre de 2007
NIÑO PROBLEMA
Y pensar que yo fui una...
Cierto Karen?
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