Ashes to ashes, funk to funky
We know Major Tom's a junkie
Strung out in heaven's high
Hitting an all-time low
Esa noche salí del trabajo y me pasé a un bar a tomar una cerveza. El lugar era deprimente, pero era mucho mejor que esos pubs de moda, donde van los cazadores de sexo a engrupir solteronas al happy hour.
Ese bar lo frecuento desde que estaba en la universidad, solo. Siempre solo... No es que sienta lástima de mi mismo por ese estado o que sea un tipo tan miserable que nadie quiera acompañarme.
Al contrario, tengo muchos y muy buenos amigos, soy feliz con lo que hago y la mayor parte del tiempo estoy contento con mi vida. Es decir, el mundo no es como quisiera, pero he logrado todo lo que me he propuesto en la vida y soy relativamente feliz.
Es sólo que hay momentos en los que no quiero que me reconozcan, momentos en los que prefiero mantenerme en la penumbra y observar la felicidad o la desgracia de otros, no para reírme ni sentirme mejor conmigo mismo, pero me gusta ver como otros ríen, como lloran, como abrazan, como aman...
No puedo concentrarme en eso si mi mejor amigo Seba está contándome del último partido de fútbol que ganó Universidad de Chile o del último ensayo de su banda, no es que no me interese, por el contrario, el gusto por el fútbol y por la música es algo que nos une, pero a ratos necesito estar solo.
Esa noche miré al frente y ahí estaba ella... Estaba delgada, muy delgada, al borde de la Anorexia, como Karen Carpenter, aunque se parecía más a Winona Ryder. Tenía el pelo muy corto y muy desordenado, como si se lo hubieran cortado con un cuchillo.
Llevaba unos pantalones negros muy apretados, zapatillas converse y una blusa a rayas que le quedaba muy grande, aunque por su extrema delgadez, me atrevo a afirmar que cualquier cosa le habría quedado como una sábana.
En ese lugar generalmente suenan temas de Iron Maiden, Metallica, System of a Down y no se puede conversar a causa del ruido, su público generalmente son universitarios. Pero alguien puso un tema de Bowie en la máquina de música, ella se levantó ligeramente y empezó a bailar sola en medio de las mesas.
Los metaleros de largas barbas y cabelleras la quedaron mirando extrañados, como si jamás hubiesen visto a alguien haciendo algo espontáneo, en sus miradas alcóholicas la miraron con lástima. No me gustó esa sensación y me paré yo también a bailar con ella.
"Después de todo... Qué pueden saber unos idiotas que toman y fuman como carretoneros, hablan y se ríen fuerte, se visten de negro en pleno febrero y se creen súper machos porque escuchan tarros todo el día" , dijo ella cuando le hice un comentario al respecto.
Era una chica simpática... Algo loca, pero encantadora. De nuestra escasa conversación, recuerdo que su nombre era Julieta, que había estudiado Literatura, me pidió que hicieramos de cuenta que no tenía pasado, que venía llegando de muy lejos y punto. Recuerdo también que le gustaba sonreír, cómo si necesitara hacerlo para que no la invadiera la tristeza, más que por un genuino sentimiento de felicidad.
Llegó un momento en el que casi se resbala y la tomé de la cintura para no dejarla caer, apoyó su cabeza en mi hombro y dijo "gracias" con una voz casi infantil... La misma con la que más tarde me preguntó si yo creía en las hadas. Encontré que era una pregunta absolutamente sin sentido, pero no sabría explicar por qué me inspiró ternura.
"Nunca dejes de creer en las hadas, Bruno", me aconsejó mientras se agarró con firmeza a mi espalda y encendía un cigarrillo. Fue en ese momento que sus ojos se quedaron pegados a una esquina del bar, cerca de las mesas de pool. Fue en ese momento en el que ya no supe qué hacer, de lo que sí estaba seguro es que sentí una enorme necesidad de protegerla.
waaauuuuuu... me llegué a enamorar de esa chica flaca, simpática, loca, encantadora de nombre Julieta que queri que te diga jajajajajaja
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